5.2.13

SEGUN REPORTAJE: Un paraíso para la prostitución en República Dominicana

Boca Chica, R. Dominicana — De día, la playa de este pueblecito caribeño junto al mar se llena de turistas italianos. De noche, sus calles se llenan de prostitutas.
“Aquí la prostitución está en todas partes: en la playa, en los bares, en los clubes”, declaró Antonio Guzmán, de 36 años, un proxeneta que ha trabajado en la playa durante 15 años y conecta cotidianamente a los turistas con las prostitutas. “Este lugar funciona a base de eso”.

Recientemente, en un mediodía de fin de semana, a pocas cuadras de donde se bronceaban cientos de europeos, unos cuantos hombres de edad mediana entraron en un pequeño club en una calle tranquila. Dentro, pudieron escoger entre las mujeres jóvenes y bonitas, en su mayoría dominicanas: con $50 compraban dos horas en un cuarto privado con la chica elegida, bebida y comida, relataron.

Por toda la nación de 10 millones de habitantes se suceden escenas similares, desde pequeños bares y hoteles donde los turistas pagan $40 por media hora con una mujer a paquetes de vacaciones de turismo sexual por más de $4,000 por una estancia de tres noches con todo incluido.

Mucho antes de que emergieran explosivas alegaciones de que el senador demócrata de Nueva Jersey Bob Menéndez y un donante político viajaban al país para hacer fiestas desenfrenadas con varias prostitutas, la República Dominicana había cementado su reputación como un centro de turismo sexual. Menéndez ha negado las alegaciones, calificándolas de campaña de difamación política.

Estudios sugieren que entre 60,000 y 100,000 mujeres trabajan en el comercio sexual en el país, según el Centro de Orientación e Investigación Integral, organización comunitaria de salud radicada en la capital, Santo Domingo.

El turismo sexual no es ni con mucho dominio exclusivo de la República Dominicana. Otros países, desde Costa Rica y Brasil hasta Tailandia y Cambodia tienen gigantescas industrias. Pero la proximidad del país a Estados Unidos —menos de dos horas de Miami en avión— y Europa, conjuntamente con sus paquetes de vacaciones baratos, han hecho de esa nación un lugar preferido.

“La República Dominicana ha sido asociada tanto en la isla como fuera de ella con la venta del sexo”, declaró Denise Brennan, profesora de la Universidad de Georgetown y autora de What’s Love Got to Do With It (“¿Qué tiene que ver el amor en esto?”), que examina el turismo sexual en el país. “Las trabajadoras sexuales dominicanas se posicionan a sí mismas estratégicamente, y hablan de sí mismas y utilizan las expectativas de los extranjeros de que sean atractivas y sexy”.

El país, que atrajo el año pasado a 4.6 millones de visitantes, convirtiéndose en la nación más visitada del Caribe, es bien conocido por sus prístinas playas y centros turísticos gigantes. Pero, en esas mismas áreas turísticas, es común encontrar a hombres europeos o estadounidenses con mujeres de la mitad de su edad, un área enormemente visible de la industria del turismo, ni enfatizada ni condenada por el gobierno y los promotores turísticos.

Los turistas que viajan allí en bandadas de EEUU, Europa y otros lugares están entre los clientes más buscados y generosos.

“Europeos o gringos, son los que más pagan y una no tiene que lidiar con las excusas que te dan los dominicanos”, declaró Odalis Vásquez, prostituta de 36 años que viaja todos los inviernos a un pueblecito en la costa norte de la isla.

Allí, se queda en una casita cuyos dueños le brindan alojamiento y comida y le envían clientes, de los cuales casi todos son turistas extranjeros.

En dos semanas, gana entre $600 y $800. “Es lo que hago en dos meses en casa”, que es una pequeña vivienda en Haina, al lado de Santo Domingo, donde vive con su esposo y sus cuatro hijos.

Hablando mientras regresaba a casa, Vásquez llevaba puesto un vestido corto de poliéster de un tono pastel que trataba que no se le subiera. Al sonreír, reveló los dientes torcidos, su mayor defecto, confesó. “Me los arreglaría si pudiera pagarlo”.

Vásquez ha trabajado los medios tradicionales de encontrar clientes, incluyendo las playas, los bares y las referencias verbales.

Las mujeres como las que supuestamente visitaban a Menéndez en la casa de vacaciones de su benefactor político, el oftalmólogo de la Florida Salomón Melgen, dependen más de la internet y de intermediarios que las ponen en contacto con los visitantes ricos.

Esas mujeres, conocidas como “mega-mamis”, no se consideran a sí mismas como prostitutas.

“No somos como las chicas promedio”, declaró Yaneisy, quien pidió que no se revelara su apellido porque sus familiares “me matarían si se enteraran”.

Ella tiene un trabajo de día, pero Yaneisy dijo que de noche puede cobrar más de $500. Convence a los hombres de que vengan de visita por algunos días o una semana, y ella se queda con ellos en el hotel, recibe regalos y pago cuando ellos se van. “Tengo anuncios en websites. Ellos me contactan y chateamos”, afirmó, explicando cómo encuentra extranjeros.

“Hay una evidente conversión en fetiches de las mujeres caribeñas, las mujeres de la diáspora africana”, indicó Brennan. “A menudo las presentan como mujeres estereotípicas, sexys y fogosas, opuestas a las exigentes feministas” en sus países.

Para Vásquez, el atractivo de su profesión es financiero. Con los extranjeros, “yo hago las cosas que sus mujeres no quieren hacer. Y cuando está hecho, ellos no tienen que volverme a ver si no quieren”, comentó.

Vásquez recordó a uno de sus clientes más generosos: un turista alemán que siempre había soñado pasar una noche con dos mujeres, y contrató a Vásquez y a su amiga para cumplir su sueño.

“Nos hemos dado a conocer como un lugar en que los extranjeros piensan que pueden venir a vivir sus fantasías”, señaló Jacqueline Montero, ex prostituta y ahora directora ejecutiva del Movimiento de Mujeres Unidas, el cual colabora con las trabajadoras sexuales. “No es ilegal… Es fácil, y, para los turistas, es barato”.

Aunque las leyes prohíben el sexo con menores de 18 años, la prostitución no es ilegal ni legal en la República Dominicana. Y, aunque se practica abiertamente y es aceptada por muchos y considerada legal por la policía, la ambigüedad de su posición legal hace que las mujeres sean impotentes.

“Las mujeres no tienen derechos y la policía se aprovecha de eso. Ellos las arrestan o las acosan para que les den dinero”, aseguró Montero.

Mujeres dijeron que la policía las esquila regularmente en Boca Chica. “Ellos vienen a verte —son gente que tú conoces y que ves todos los días, los conoces— y de pronto te detienen”, relató una mujer de 24 años que se hace llamar Orchid y no quiso dar su verdadero nombre por medio a represalias de la policía. “Y entonces tienes que pagarles, o alguien que tú conoces tiene que pagar para sacarte”. Ese soborno puede costar hasta $25, explicó.

Al preguntársele sobre la acusación, el supervisor policial de turismo local hizo un gesto y dijo que no podía hablar con turistas sin permiso de la oficina de relaciones públicas.

En cuanto a Orchid, eso no la amedrentó mucho. “Esta noche”, comentó, escudriñando la playa llena de turistas en trajes de baño marca Speedo, “va a ser ajetreada”
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