El brote de cólera detectado en la cárcel de Higüey necesita de una urgente y eficaz respuesta de las autoridades sanitarias y turísticas. Hay que supone el impacto que tendría para una industria tan sensible como el turismo que un visitante extranjero, de los miles que pernoctan en la zona, pudiera contagiarse con la enfermedad.
Deja mucho que desear que se cite el agua de una cisterna como posible causa de un brote que suele generar tanto pánico y alarma en todos los sectores.
El Ministerio de Salud Pública y demás autoridades no pueden levantar la señal de alerta hasta asegurarse de que el brote de cólera, a causa del cual se informó que han muerto al menos dos personas, esté totalmente controlado. La respuesta, como en otros brotes detectados en el pasado, no puede limitarse al plano mediático, para tranquilizar a la población.
Las autoridades saben que el cólera es altamente contaminante. Las medidas en Higüey no pueden reducirse sólo a la cárcel, sino que, en respuesta y prevención, tienen que extenderse a toda la provincia. Máxime cuando el número de reclusos afectados se incrementó de 26 a 58 en cuestión de segundos. Aunque nadie tenga que explicar a las autoridades la gravedad en todos los sentidos de la enfermedad.
9.1.13
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